EL PAPEL DEL HOMBRE

EL PAPEL DEL HOMBRE

Uno de los primeros y más destacados debates del movimiento de liberación de las mujeres fue qué lugar ocuparían los hombres en las organizaciones.

Aunque el movimiento de hombres por la igualdad surgió en los años 70 en los países nórdicos, en España no es hasta los años 80 que se empieza a visibilizar este movimiento, cuya entrada en escena ha provocado diferentes reacciones en el seno de las organizaciones feministas.

Existen diversas corrientes feministas, cada una de ellas pone el énfasis en cuestiones diferentes: Feminismo radical “la raíz de todas las desigualdades en todas las sociedades hasta ahora existentes ha sido el patriarcado” , feminismo de la igualdad ”este feminismo reivindica el derecho a ser reconocidas en pie de igualdad con los hombres” , ecofeminismo “el patriarcado establece por igual una situación de dominación y explotación hacia las mujeres y hacia la naturaleza” , feminismo de la diferencia “corriente que aboga por la no equiparación de la dualidad de un género al otro”, feminismo socialista “el patriarcado y el capitalismo es visto como la causa de la opresión de la mujeres» y feminismo anarquista “la manifestación del autoritarismo por eso piensan que la lucha contra el patriarcado es una parte esencial de la eliminación del estado”.

Toda esta variedad de corrientes feministas genera un debate sobre el papel del hombre en las organizaciones que podría llegar a ser interminable.

En algunos casos los propios hombres son acusados por la sociedad patriarcal de promover la cultura del hombre blando, del hombre emocional, del hombre que ha perdido su esencia, en definitiva, del hombre extinguido. Y por otro lado, son las mujeres las que desconfían del papel que el hombre pueda llevar acabo en los movimientos, que no sea otro que el de llevarse el protagonismo y alterar la naturaleza de los debates, tal y como lo ha hecho a lo largo de la historia.

Hay organizaciones que no se oponen a que los hombres participen (pueden ser colaboradores), pero que tienen que coger sus propios espacios y hacer feminismo en ellos y no ocupar el de las mujeres. Hay otras que consideran que los hombres son enemigos, opresores y por lo tanto no hay que contar con ellos sino todo lo contrario.

Desde el Anarquismo (con el que sintonizo) se anhela y se lucha por una sociedad no jerárquica, sin relaciones de poder (opresor/a – oprimido/a), sin privilegios y sin Estado (expresión máxima del autoritarismo).

El Patriarcado no obstante es anterior al Capitalismo y al Estado (aunque el Estado consiguiera reforzar a ambos hasta institucionalizar la desigualdad) y por ello se puede dar tanto en sociedades precapitalistas o pre-estatales, como en sociedades socialistas, o incluso en organizaciones anarquistas. Esa constatación hizo surgir el movimiento anarcofeminista (con el que sintonizo por preclaro y avanzado) de manos de la agrupación Mujeres Libres a comienzos del siglo XX, como organización autónoma dentro del Movimiento Libertario (con su expresión anarcosindicalista en la Confederación Nacional del Trabajo, CNT, la Federación Anarquista Ibérica, FAI, y La Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, FIJL).

Las mujeres de esta organización, la gran mayoría afiliadas a la CNT, padecieron la incomprensión de sus compañeros, que no entendieron la necesidad de una lucha específica y autónoma de las mujeres por la problemática particular que padecen dentro de la cultura patriarcal. Ellos luchaban por la libertad de los oprimidos y por la noble causa de la justicia social pero no tuvieron en cuenta la triple represión y explotación a la que estaban sometidas las obreras por parte del Estado, el Capitalismo y el Patriarcado, donde el hombre posee una serie de privilegios por el solo hecho de haber nacido hombre.

Hoy en día nos cuesta entender como estos compañeros combativos contra cualquier injusticia no veían la necesidad de estar hombro con hombro con las compañeras en pie de igualdad. En el mejor de los casos dejaban asistir a las mujeres a los ateneos, sindicatos y organizaciones, donde tuvieron la oportunidad de formarse, pero a la hora de intervenir en los mismos, lo único que provocaba la presencia de las mujeres en estos actos era la risa de sus compañeros. Ante situaciones como esta, las agrupaciones de Madrid y de Barcelona decidieron crear Mujeres Libres, cuestión en la que no estaban de acuerdo no solo compañeros sino también compañeras, porque consideraban que sus reivindicaciones ya estaban incluidas en las luchas de clases. Sin embargo, ellas consideraban que las mujeres padecían doblemente la represión y la subordinación (del Estado y del marido).

Para Mujeres Libres la liberación de la mujer obrera era el objetivo prioritario, porque aquella era una esclava del trabajo, de la ignorancia y de su condición sexual. A pesar de casi un siglo que nos separa la mujer sigue en la mayor parte del mundo en esas mismas condiciones de vida.

Por lo tanto, estoy agradecida a todas aquellas mujeres que con dignidad y valentía, levantaron su voz para que sus ecos llegaran a nuestros días. Y en mí resuenan esas voces del pasado que me hablan de la necesidad de seguir peleando con otras compañeras, y que solo nosotras debemos decidir cuáles son las reivindicaciones específicas de nuestro género.

Los compañeros nos podrán acompañar y apoyar , pero nunca encabezar nuestra lucha.

Carmen Sánchez