Como USI consideramos importante relanzar este año también la movilización del 8 de Marzo en los lugares de trabajo, productivo y reproductivo.
La opresión de género desde siempre es parte del proceso de acumulación capitalista; las mujeres han sufrido la extracción de valor del trabajo no pagado o escasamente retribuido.
A tareas definidas como específicamente femeninas, como el trabajo reproductivo y el cuidado de la prole y del ambiente familiar, se han sumado partes fundamentales del trabajo asalariado también. De hecho, a través de un largo proceso, desde el siglo XIX, con el trabajo doméstico a destajo y, luego, las primeras integraciones del trabajo femenino en las fábricas, hasta hoy en día, el trabajo femenino ha adquirido una gran importancia en el ámbito productivo también.
En la producción surgió desde el principio la disparidad salarial entre trabajadores y trabajadoras, mientras que en la reproducción, que comprende no solo la reproducción propiamente dicha, sino también todos los trabajos de cuidado que permiten la manutención, la reproducción y la supervivencia de la mano de obra, como el trabajo doméstico, los gobiernos crearon una serie de medidas que tenían como objetivo controlar las elecciones de las mujeres sobre sus cuerpos: las normas que antes negaron y luego limitaron el acceso al aborto, a la contracepción y de hecho la libre sexualidad.
De la misma manera desde el final del siglo XIX hasta hoy en muchos países occidentales los movimientos feministas han logrado conquistas objetivas: acceso a la contracepción, reformas del derecho de familia, aborto, divorcio y posibilidad de participar en el sistema liberal-democrático a través del voto.
No obstante las conquistas logradas en el siglo pasado, el cuerpo de las mujeres sigue siendo reglamentado, sometido a la agresión y al control de gobiernos y patriarcado, considerado algo para gobernar según las normas de la moral vigente, que refleja las necesidades de la clase dominante. Es suficiente pensar en las dificultades que existe aún hoy para obtener aborto o contracepción, incluso en muchos países occidentales. El mayor ejemplo de esta idea de la mujer como sujeto inferior para tutelar o como presa es la legitimación de la violación justificada aún hoy en día por la representación de la mujer como provocadora de supuestos “instintos masculinos”, oprimida bajo el estereotipo de santa o de puta. Otra cuestión fundamental es la violencia doméstica en el interior de la familia, desde la obligación al trabajo reproductivo hasta la misma violencia sexual, que todavía en la mayoría de los casos se desarrolla dentro de los núcleos familiares y que es la explicación de la necesidad patriarcal de reafirmar continuamente el dominio masculino.
En el ámbito laboral aún hoy podemos ver fuertes discriminaciones, como la disparidad salarial nunca superada, la maternidad no garantizada, las violencias de tipo sexual calladas por el miedo a perder el trabajo; de esta manera, la violencia de género se cruza naturalmente con la opresión de clase, así como se cruza con la cuestión racial. Lo vemos hoy con la graves discriminaciones que sufren las mujeres emigrantes, que se pueden mayormente chantajear, discriminadas porque mujeres, proletarias y extranjeras. Lo vemos en el acceso no garantizado a los servicios de salud, la mayor dificultad para encontrar estructuras de apoyo en los casos de relaciones violentas en sus familias, la amenaza continua de la expulsión hacia países donde la condición femenina es aún peor.
Hoy, sin embargo, el cuerpo de las mujeres también es objeto de propaganda electoral en cuestión de seguridad, la defensa de las mujeres es la motivación para controlar y militarizar cada vez más nuestras ciudades, además de legitimar violencias y restricciones de movimiento. El cuerpo femenino es visto como “bien nacional” para poner bajo protección, la subjetividad individual es negada.
La discriminación de género sigue siendo una de las muchas contradicciones de la sociedad que categoriza a las mujeres como víctimas para ayudar, como objetos de la propiedad exclusivamente masculina, como personas incapaces de elegir y defenderse ella mismas. Con dificultad las mujeres se consideran sujetos pensantes, en condiciones de elegir, autodeterminarse y, sobre todo, de defenderse.
La lucha feminista procede al mismo paso con la lucha de clase y con la lucha antirracista, combate para quebrar las actuales relaciones de poder, porque sólo con la interseccionalidad, con la capacidad de construir relaciones entre luchas solo aparentemente separadas, se podrá derribar la cultura patriarcal de que están imbuidos el capitalismo y el estatalismo.
La USI invita a tod@s y l@s trabajador@s, a tod@s l@s estudiantes a echarse a las calles de todo el mundo, a hacer huelga en el trabajo productivo y reproductivo también, para quebrantar el actual sistema de dominio, para construir una sociedad de individuos libres, solidarios, iguales.
¡SI TOCAN A UNA NOS TOCAN A TOD@S!
USI