Da igual dónde hayamos nacido. No es fácil ser “mujer” … Al Este o al Oeste, en un pueblo pequeño, o en una gran ciudad, nuestras vidas siempre son difíciles. Nos enfrentamos a algo muy similar en todos los casos. Para nosotras, la mayoría de las veces, las “responsabilidades” se convierten en “obligaciones”. Incluso aunque seamos muy diferentes, hablemos idiomas distintos y no tengamos apariencias similares. Siempre hay algo en nuestro interior que no cambia, de una a otra.
Nos han enseñado las mismas cosas. Que somos frágiles o débiles, torpes o bobas. Que debemos portarnos bien y ser obedientes. Que debemos cuidar de nuestra familia, de nuestros hijos y de nuestras hijas. No nos han enseñado a decir “NO”, a cuestionar ni a luchar. El patriarcado nos ha atado de pies y manos.
Hemos conocido a muchas mujeres…Son nuestras madres, hijas, hermanas, vecinas, amigas, que han sido humilladas, insultadas, reprimidas, engañadas, vendidas, golpeadas, acosadas, asaltadas, abusadas, violadas, asesinadas y cuyos cuerpos han sido despedazados.
Y de las que después se dijo que lo merecían. En la tierra que habitamos (N. del T.: Turquía), una mujer es asesinada cada día por la “moral”. La costumbre, la tradición y la moral justifican los homicidios. Se la mata y luego se pregunta por qué estaba en la calle tras caer la noche. O por qué llevaba una falda tan corta. Cuando una mujer es violada, es ella la que tiene que demostrar que todo ocurrió sin su consentimiento.
Conocemos muy bien a estas mujeres. Son nosotras. Las conocemos de las miradas que devuelven los espejos, de sus gritos…Las conocemos muy bien, porque nos encontramos siempre con lo mismo. Cada día, hemos aprendido más y más, las unas de las otras. Hemos aprendido a decir “NO”, a coger de la muñeca, a cuestionar y a pelear.
Todo esto lo aprendimos las unas de las otras.
Empezamos a luchar contra lo que se nos había enseñado. Empezamos a luchar contra el machismo, contra quienes nos quieren hacer creer que las cosas no pueden ser de otro modo. Empezamos a luchar por nosotras mismas, por cada una de nosotras.
Cuando nos tomamos de la mano, nos hacemos más fuertes, más valientes, más conscientes, más despiertas, más resueltas, más libres …. Hemos aprendido la empatía y cómo ayudarnos las unas a las otras, hasta que se ha vuelto algo reflejo. Hemos aprendido a ser “nosotras”. Y hemos aprendido que volvernos “nosotras” nos hace libres.
Nos organizamos cada vez mejor para luchar contra el patriarcado, todos los días. Nos hemos dado cuenta de que, cuando nos unimos, nada puede desviarnos de nuestra lucha.
El 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, la solidaridad internacional de las mujeres es nuestra fuerza, lo que nos da ánimos. Esta solidaridad atraviesa las fronteras y demuestra, una vez más, que no importa dónde estemos. Nada nos puede mantener alejadas de nuestra libertad.
Nota: este texto es parte de una colaboración entre CNT y el colectivo turco DAF, para intercambiar artículos de cara al 8 de marzo. Así, la edición especial de su publicación Meydan (http://meydangazetesi.org/) para ese día contará con un texto de CNT y aquí se publica el que nos han enviado. Aunque somos conscientes de lo limitado de esta iniciativa, mandamos a las compañeras y los compañeros de DAF todo nuestro apoyo para una lucha que desarrollan en circunstancias muy difíciles.
DAF-CNT